Hay novias que observan como quien contempla un lienzo.
En cada pliegue, en cada puntada, descubren una composición, una intención.
Los detalles las atraen no por su ornamento, sino por la belleza silenciosa con la que el arte se revela en lo pequeño.
Cada bordado, realizado a mano, conserva la huella del tiempo y del gesto: la delicadeza de una obra creada sin prisa.