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Aquellos tiempos de modistas y los que vendrán.

Aquellos tiempos de modistas y los que vendrán.

Las mujeres que nos han precedido, en su gran mayoría sabían coser y se encargaban de hacer la ropa de toda la familia. 

Las amigas se reunían alrededor de una mesa para conversar a la vez que realizaban sus costuras. Compartían dudas y enseñanzas. Parece que por aquella época, no existía la figura del psicoanalista o terapeuta o por lo menos, no fue de uso común hasta que fue creciendo el individualismo. 

Parece ser que aparte de coser en conjunto, nuestras mujeres, también hablaban de sus preocupaciones, de las cosas íntimas que con el consejo de las buenas amigas, o por lo menos de la escucha, les ayudaba a aliviar esas dolencias hasta su resolución. 

En las últimas décadas del siglo XX se comenzó a dejar ir a este bello hacer y es toda una pérdida. 

El trabajo de modista no era muy valorado tanto si trabajabas fuera de casa o si era para la propia familia, aunque pienso que la principal causa de esta enorme pérdida, es la aparición de los grandes almacenes donde poder comprar todo tipo de prendas. 

En España, los primeros fueron en 1917 en Cataluña, los  famosos Almacenes Capitolio,  y en enero de 1924 se inauguraban en Madrid los Almacenes Madrid-París, pioneros de este tipo de comercio. Cerraron en 1934 y en su mismo edificio se instalaron los conocidos almacenes Sepu. Es en la década de los 40 donde se fundan El Corte Inglés y Galerías Preciados. 

Y es aquí donde tenemos los antecedentes de lo que será comenzar a hacer deprisa, hacer mucho, usar y tirar, resultando que hoy vivimos en un momento en el que nadie sabe confeccionarse su propia ropa y tampoco cuidar la que compra. 

Se fue generando toda una tendencia de vida donde a día de hoy, prima la comodidad y el ahorro de tiempo para ser más productivo en la empresa y al final del día darse una pequeña satisfacción, una cena en el restaurante más chic de la ciudad, ver la serie más popular en Netflix y una suma de más acciones que conllevan un enorme gasto dinero que, difícilmente se puede disfrutar por el cansancio del sin sentido del día que se vive. 

Como el que no quiere la cosa fuimos entrando en una forma de vida que creíamos que era un avance y lo único que nos ha permitido es dejar de disfrutar del momento presente, de las cosas bien hechas, del sentido del cálido abrazo de los amigos, para vivir en un imaginario agotador donde prevalece la forma estereotipada que tapa los dramas diarios. 

Y navegando en los mares del sin sentido, llegamos hasta aquí, donde necesitamos cuestionar nuestro hacer y una vez cuestionado, habrá que pasar a la acción constructiva. 

Será necesario ver la otra cara de la moneda. Si miramos desde lo que hoy somos hacia lo que fue nuestra vida en el pasado, también vemos que no querríamos volver allí, eso se traduce en que también hemos tenido beneficios. 

Posiblemente no podamos volver a aquellas mesas de costuras de nuestras abuelas, que se han ido transformando en lo que hoy vienen siendo las plataformas de reuniones on line, donde en apariencia se pierde cierta calidez y cercanía, pero a la vez son puertas abiertas a otras culturas, a conectar con cualquier persona aunque esté en la otra punta del planeta. Estas conexiones son el eje vertebral de una nueva realidad, de un cambio de paradigma donde todos los seres estamos interrelacionados y vinculados a través de una evolución y origen común. 

Este nuevo paradigma curiosamente, es el que nos vuelve a colocar en el hacer local, en buscar la cercanía, a la vez que puedo hablar con amigos lejanos para retroalimentar acciones. 

Se comienza a respirar un nuevo aroma de mujeres cosiendo alrededor de una mesa, con un ordenador sobre esta, donde se escuchan las voces de más amigas, de otras culturas, de otras distancias, pero igual de cerquita en el sentir.

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